viernes, 21 de enero de 2011

Un íntimo reconocimiento

Castillo de Sant'Angelo. Roma.
Tomé esta foto hace varios meses. Y ya entonces me rondaban las palabras. Pero hasta hoy no han tomado forma. Caprichosos instantes...
La vida real gira vertiginosa a nuestro alrededor. Pero de repente, todo parece bajar de intensidad. Casi escuchas un amago de silencio. El tiempo se relaja y ronronea a tus pensamientos...aunque no son ellos los que quieren decir algo. Se trata de una furtiva, espontánea y discreta sensación que sin embargo insiste educadamente en ser atendida...Así que debe tratarse de una sensación de las buenas...
Y por un instante nada gira a tu alrededor, acechándote. Se realiza una conexión, no con los de fuera, ellos están lejos, se realiza una conexión personal, íntima. Hay un conato de sonrisa reflejado en tu rostro. Entornas los párpados. Ningún recuerdo es convocado. Ni siquiera los buenos. Sólo llegan las percepciones. Las antiguas, las habituales, las extraordinarias... Y un reconocimiento se expande cálido por el pecho y golpea tu cerebro con cariño, pero contundente. Ahora sí esbozas esa sonrisa. Leve, enigmática. Tímida y sincera. Y, susurrando, reconoces en tu interior: "Soy afortunada"...
Tan rápido como llegó el aislamiento vuelve la jauría diaria. Pero algo ha cambiado. Recordar sensaciones es un deber del alma. Y hoy has recordado bien.
Algunos le llaman "instante de revelación", otros "momentos de sabiduría". Conozco a personas que afirmarán que ha sido la visita de un ángel. El tuyo. El que te guarda.
Yo lo llamo Reconocimiento. Su ámbito es muy personal, tanto que es de difícil acceso, pero poderoso e insistente. Un espontáneo, necesario e íntimo reconocimiento.
Nuestras profundas sensaciones no nos engañan. Que las escuchemos o reinterpretemos como nos convenga es otra cuestión. Pero ellas están ahí. Siempre. Y cuando encuentran un camino, corren a buscarnos. 





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