lunes, 17 de enero de 2011

El destello de un instante

Todo transcurre con normalidad, es decir, mejor de lo que nos parece, peor de lo que nos gustaría y nunca a gusto de nadie, y repente, sin previo aviso ni lógica al menos aparente, surge un impulso desde nuestro interior, una llamada a nuestra conciencia que, muy despierta ella, se queda desconcertada. ¿Qué acaba de pasar?.
Existen varias opciones:
1 La sensación de un recuerdo nos ronda el alma. Y no tiene por qué ser un recuerdo triste, de los  no superados. Puede ser uno feliz o singular al menos...
2 Un deseo se nos escapa de la cámara acorazada de nuestro corazón y rebolotea en nuestra garganta en forma de suspiro. Ya estaba harto de estar encerrado...
3 Una ira oscura asalta nuestra cotidianidad y nos convierte por un momento en una persona más seca. ¿Qué le pasa a fulanita? Pregunta la gente-maniquí de alrededor. Fulanita sufre una pequeña acidez emocional. Debería haberle cantado las cuarenta a aquella persona infame. Pero no lo hizo. Por falta de reflejos, por decoro social, por cobardía o por prudencia. Pero reconcome. Y no es agradable...
4 Estás parada, relajada incluso, pero por un mili segundo, te falta el aliento. Un amor denso y cálido se abre paso en la mente en forma de imagen romántica, erótica incluso. "¿Desde cuándo no le digo, mirándolo seriamente a los ojos, que le quiero y le deseo?". Tal vez hace sólo unas horas, pero si esta sensación está presente, es que no ha sido suficiente...
5 El impulso de saltar se presenta en nuestra mente con el tiempo justo de que el cerebro de la orden a las piernas de no hacerlo. "Falsa alarma chicas, no es un salto de verdad. A este cuerpo le ha venido una idea loca y no sabe dónde ubicarla. En cualquier caso no es problema nuestro. No saltar, repito, no saltar". Ha sido sólo una idea, esa que un día tuvimos y a la que ignoramos por poco viable, por temeraria, improcedente o demasiado reveladora. Pero si ha salido de su rincón, es que necesita reivindicar su existencia...
6 Una melodía un poco distorsionada de la real, y tarareada sin pudor, aletea en nuestra cabeza queriendo salir y volar contra el viento, al aire libre. Cuando tarareamos de forma inconsciente, relajada, graciosa para los que nos ven, y plácida para nosotros mismos, es que nuestra alma, el corazón, la mente y sus recuerdos nos han dado un respiro. La persona que somos está en pausa, y surge la esencia, nuestra esencia, para interpretar un tema musical que acompañe a ese instante de paz...
Bien. Esa persona que canta somos nosotros. Nuestro yo más personal. El original. El auténtico. Y da gusto escucharnos. Y ¿por qué da gusto?, porque ¿en el fondo somos mejor de lo que creemos?, porque ¿esa parte de nosotros está intacta o tal vez se ha hecho más fuerte?... Desde luego, por algo será...
En cualquier caso, los destellos de los instantes nos transmiten mensajes muy valiosos, muy personales y explícitos de lo que surge, crece y evoluciona diariamente en nuestro interior. Y aunque nuestra conciencia se quede un poco desconcertada con estos destellos y sus asaltos, ojalá que nada nos haga olvidar cómo se tararea.



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