Existen cosas a las que se les tiene miedo con razón y otras sin base lógica. Pero de esa inquietante maraña de percepciones hay una que me merece un desvelo:
No quiero que llegue un día en el que acerque mi mano a una vela con miedo a quemarme y me sorprenda una tibieza inofensiva porque ya no quema. Porque ya no hay más. No quiero que eso suceda. Y si es necesario, lo añadiré a mi lista de temores para tenerlo presente.
Las batallas tienen su momento. Quedarse fuera es peor que la derrota. Quedarse fuera es consumirse de forma anónima hasta llegar a la aplastante tibieza. ¿No habría que temer a eso?.
No quiero que llegue un día en el que acerque mi mano a una vela con miedo a quemarme y me sorprenda una tibieza inofensiva porque ya no quema. Porque ya no hay más. No quiero que eso suceda. Y si es necesario, lo añadiré a mi lista de temores para tenerlo presente.
Las batallas tienen su momento. Quedarse fuera es peor que la derrota. Quedarse fuera es consumirse de forma anónima hasta llegar a la aplastante tibieza. ¿No habría que temer a eso?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario