sábado, 29 de enero de 2011

Fuego de pleitesía

Tres brujos. Sus rostros pintados.
Uno de azul profundo. Otro de negro. Una amalgama de colores cubre la cara del tercero.
Una hoguera en el centro los reúne. Las llamas hablan entres ellas, cuchicheando. 
Algunas incluso se ríen de ellos.
Los brujos no se deciden, no hay consenso. No hay claridad.
Las llamas se alzan orgullosas e impertinentes. Ellos bajan la vista. ¿A dónde dirigir la mirada cuando no sabes qué estás buscando?. 
Lenguas de fuego se burlan de los brujos, haciendo que su calor les resulte insoportable.
Se están quemando y la revelación les ha sido negada. El calor es sofocante. 
Y ahogan el fuego. Ya no hay sarcasmo. Sólo el agradable olor a madera y hojas quemadas. El terrible olor a fracaso.
El brujo de azul vuelve al océano. El negro a su tumba. El tercero, se sienta sobre una roca a la espera del amanecer. Tal vez mañana sea un día mejor.
Quizás mañana, el conocimiento quiera estar con ellos. Sólo lo sabrá si espera. Está muy cansado. Pero espera. 
Mañana será otro día, brujo. Puede que mañana sea el día y nunca más haga falta mostrar adoración ciega.  Puede que mañana, el fuego del infierno ya no tenga de quién reírse.
El brujo espera.





viernes, 21 de enero de 2011

Un íntimo reconocimiento

Castillo de Sant'Angelo. Roma.
Tomé esta foto hace varios meses. Y ya entonces me rondaban las palabras. Pero hasta hoy no han tomado forma. Caprichosos instantes...
La vida real gira vertiginosa a nuestro alrededor. Pero de repente, todo parece bajar de intensidad. Casi escuchas un amago de silencio. El tiempo se relaja y ronronea a tus pensamientos...aunque no son ellos los que quieren decir algo. Se trata de una furtiva, espontánea y discreta sensación que sin embargo insiste educadamente en ser atendida...Así que debe tratarse de una sensación de las buenas...
Y por un instante nada gira a tu alrededor, acechándote. Se realiza una conexión, no con los de fuera, ellos están lejos, se realiza una conexión personal, íntima. Hay un conato de sonrisa reflejado en tu rostro. Entornas los párpados. Ningún recuerdo es convocado. Ni siquiera los buenos. Sólo llegan las percepciones. Las antiguas, las habituales, las extraordinarias... Y un reconocimiento se expande cálido por el pecho y golpea tu cerebro con cariño, pero contundente. Ahora sí esbozas esa sonrisa. Leve, enigmática. Tímida y sincera. Y, susurrando, reconoces en tu interior: "Soy afortunada"...
Tan rápido como llegó el aislamiento vuelve la jauría diaria. Pero algo ha cambiado. Recordar sensaciones es un deber del alma. Y hoy has recordado bien.
Algunos le llaman "instante de revelación", otros "momentos de sabiduría". Conozco a personas que afirmarán que ha sido la visita de un ángel. El tuyo. El que te guarda.
Yo lo llamo Reconocimiento. Su ámbito es muy personal, tanto que es de difícil acceso, pero poderoso e insistente. Un espontáneo, necesario e íntimo reconocimiento.
Nuestras profundas sensaciones no nos engañan. Que las escuchemos o reinterpretemos como nos convenga es otra cuestión. Pero ellas están ahí. Siempre. Y cuando encuentran un camino, corren a buscarnos. 





martes, 18 de enero de 2011

Fuego consumido

Existen cosas a las que se les tiene miedo con razón y otras sin base lógica. Pero de esa inquietante maraña de percepciones hay una que me merece un desvelo:
No quiero que llegue un día en el que acerque mi mano a una vela con miedo a quemarme y me sorprenda una tibieza inofensiva porque ya no quema. Porque ya no hay más. No quiero que eso suceda. Y si es necesario, lo añadiré a mi lista de temores para tenerlo presente.
Las batallas tienen su momento. Quedarse fuera es peor que la derrota. Quedarse fuera es consumirse de forma anónima hasta llegar a la aplastante tibieza. ¿No habría que temer a eso?.



lunes, 17 de enero de 2011

El destello de un instante

Todo transcurre con normalidad, es decir, mejor de lo que nos parece, peor de lo que nos gustaría y nunca a gusto de nadie, y repente, sin previo aviso ni lógica al menos aparente, surge un impulso desde nuestro interior, una llamada a nuestra conciencia que, muy despierta ella, se queda desconcertada. ¿Qué acaba de pasar?.
Existen varias opciones:
1 La sensación de un recuerdo nos ronda el alma. Y no tiene por qué ser un recuerdo triste, de los  no superados. Puede ser uno feliz o singular al menos...
2 Un deseo se nos escapa de la cámara acorazada de nuestro corazón y rebolotea en nuestra garganta en forma de suspiro. Ya estaba harto de estar encerrado...
3 Una ira oscura asalta nuestra cotidianidad y nos convierte por un momento en una persona más seca. ¿Qué le pasa a fulanita? Pregunta la gente-maniquí de alrededor. Fulanita sufre una pequeña acidez emocional. Debería haberle cantado las cuarenta a aquella persona infame. Pero no lo hizo. Por falta de reflejos, por decoro social, por cobardía o por prudencia. Pero reconcome. Y no es agradable...
4 Estás parada, relajada incluso, pero por un mili segundo, te falta el aliento. Un amor denso y cálido se abre paso en la mente en forma de imagen romántica, erótica incluso. "¿Desde cuándo no le digo, mirándolo seriamente a los ojos, que le quiero y le deseo?". Tal vez hace sólo unas horas, pero si esta sensación está presente, es que no ha sido suficiente...
5 El impulso de saltar se presenta en nuestra mente con el tiempo justo de que el cerebro de la orden a las piernas de no hacerlo. "Falsa alarma chicas, no es un salto de verdad. A este cuerpo le ha venido una idea loca y no sabe dónde ubicarla. En cualquier caso no es problema nuestro. No saltar, repito, no saltar". Ha sido sólo una idea, esa que un día tuvimos y a la que ignoramos por poco viable, por temeraria, improcedente o demasiado reveladora. Pero si ha salido de su rincón, es que necesita reivindicar su existencia...
6 Una melodía un poco distorsionada de la real, y tarareada sin pudor, aletea en nuestra cabeza queriendo salir y volar contra el viento, al aire libre. Cuando tarareamos de forma inconsciente, relajada, graciosa para los que nos ven, y plácida para nosotros mismos, es que nuestra alma, el corazón, la mente y sus recuerdos nos han dado un respiro. La persona que somos está en pausa, y surge la esencia, nuestra esencia, para interpretar un tema musical que acompañe a ese instante de paz...
Bien. Esa persona que canta somos nosotros. Nuestro yo más personal. El original. El auténtico. Y da gusto escucharnos. Y ¿por qué da gusto?, porque ¿en el fondo somos mejor de lo que creemos?, porque ¿esa parte de nosotros está intacta o tal vez se ha hecho más fuerte?... Desde luego, por algo será...
En cualquier caso, los destellos de los instantes nos transmiten mensajes muy valiosos, muy personales y explícitos de lo que surge, crece y evoluciona diariamente en nuestro interior. Y aunque nuestra conciencia se quede un poco desconcertada con estos destellos y sus asaltos, ojalá que nada nos haga olvidar cómo se tararea.



domingo, 16 de enero de 2011

Rosas para un ataúd

Sobre su ataúd, deseaban tres rosas negras. Una por cada sueño perdido.

El primero, el que nunca fue, el que nunca existió salvo en el destello fugaz del entusiasmo pre-adolescente.
El segundo, el que fue, para bien y para mal, para brillar y deslucirse.
Y el tercero, el verdadero, el que siempre estuvo y jamás salió, el motor incansable sin ninguna puesta a punto, el que permaneció de pie, aunque nadie lo vio, aquel conocido como "la esencia".
Tres rosas negras, secas y muertas, sobre un ataud laureado de cariño, de congoja, de remordimientos y de envidia. También de respeto. De recuerdos. De amor.

Que el fuego arrase la vida y la muerte para regenerar el espíritu de la existencia. Que el fuego se lleve lo malo y lo cobre con lo bueno. Que el fuego diga bien alto: "Quemo estas rosas y las convierto en cenizas, quemo lo que veis. Y aún así, ni yo puedo desintegrar el anhelo que guió a este ser".

Descansemos en paz.



martes, 11 de enero de 2011

Profundas frivolidades

El apego a las cosas materiales no está bien visto en ciertos sectores o determinados momentos, y con razón. Aunque no siempre. Detrás de esa garra invisible que dirige nuestro deseo hacia ciertos objetos, hay a veces proyectada una justificación poderosa que nada tiene que ver con lo mundano. Pongo un ejemplo, y no lo haré con un diamante porque no lo tengo, porque no lo quiero y porque, pese a ser bello, su estigma social me apena y me irrita.
Un coche?...un bolso?...un reloj tal vez?...ya lo tengo...una muñeca.
Por muy cara o barata que valga, por muy nueva o antigua, por muy bella o feísima que sea, es un objeto. Inerte. Frío como no esté al lado de un horno. Sin sentido, a menos que gire en torno a una historia...Si ese es el caso, entonces su valor puede subir y dispersarse como la espuma. Porque hay un momento frente al objeto deseado, frente a esa muñeca que para los demás es un trozo de plástico sobrevalorado, en que te ves reflejada en sus pupilas. Y como por arte de magia, conectas con la sensación de inocente incertidumbre que sentías en aquel tiempo. Llegan así las percepciones que chocaban unas con otras dentro de un alma infantil, las risas silenciosas al contemplar mundos invisibles y mucho mejores que el real, los cuentos que seguro, seguro, seguro, se harían realidad en el futuro, la imagen de la persona adulta que serías algún día...también seguro. Llega lo mejor de ti misma en aquel momento, que vuelve a ser lo mejor de ti misma ahora, al menos, la sensación más honrada. Llegan las voces de los seres queridos, más jóvenes y vibrantes, que te llamaban por tu ridículo diminutivo, ese que ahora con tanta nostalgia se pronuncia. Llega, casi, el olor de la ropa y el desayuno. Y los sueños que soñabas, tan jóvenes como entonces. Y estás tan cerca, tan dentro de aquel interior tuyo, que compruebas agradecida que no se había ido muy lejos. Y el sentimiento de seguridad te envuelve porque aquello conocido es ahora más real que nunca a través de la memoria. Y se completa un círculo. Y vuelven las expectativas. La persona que serías. Y sí, en la que aún te puedes convertir, porque al fin y al cabo, has comprobado que sigues ahí. Y hace calor. Un calor agradable que poco a poco cubre tus hombro, tiñe tus mejillas y se desborda en tus pestañas. Estás emocionada porque sientes cómo se calienta tu corazón. El mismo que late entusiasmado como el de un cachorro...
Tengo apego a ciertos objetos que son, lo admito, frivolidades monísimas. Pero estas muñecas...pocas cosas pueden competir con ellas. A ver cómo se tasa eso...




sábado, 1 de enero de 2011

Lista de buenos propósitos

01 Aprender a recordar lo malo sin revivirlo.
02 Resolver ciertos conflictos emocionales.
03 Comprarme el anillo con perfume sólido "Daisy" de Marc Jacobs.
04 Viajar a la primera tienda europea de Taylor en Amsterdam.
05 Pintarme de negro las uñas más a menudo.
06 Fotografiar la lluvia mientras cae. Con nitidez.
07 Encontrar aquella canción de la que no sé el título y no me acuerdo de cómo tararear.
08 Volver a ver de nuevo "La Pimpinela Escarlata".
09 Imaginar un mundo sin daños colaterales aunque sea por un sólo instante.
10 Ver a Fernando Alonso como tricampeón del mundo y a Hamilton cumpliendo sanciones.
11 Leer "El guardián entre el centeno".